Este Día Internacional de la Mujer,
fecha tan merecida y necesaria como pocas,
lo dedico a las mujeres de Ucrania, que sufren hoy,
bajo el fuego de una agresión espantosa y sanguinaria,
por ellas, por sus seres queridos, por su mundo destrozado.
Mujeres ucranianas que, en medio del infierno,
del horror inesperado en que la ebriedad de poder de un autócrata,
ha transformado a su patria violada, aún se atreven a seguir soñando,
impulsadas por esa sustancia cósmica y misteriosa del alma femenina.
Pero también quiero recordar, con amargo respeto,
a las mujeres de Rusia cuyos hijos, hermanos, compañeros,
han sido destinados a tomar las armas en esta guerra salvaje,
donde pueden ofrendar la vida en aras de una causa irracional,
para satisfacer la fanfarronería de cobardes que observan de lejos.
Madres y esposas rusas que,
bajos los rostros, han visto al hombre querido colgarse el fusil,
y saben que quizás ya no vuelvan jamás esas sonrisas, esos besos,
ese retoño de su vientre, sacrificado en el altar del machismo devorador.
Siempre me ha maravillado como las mujeres,
a lo ancho de la historia, se han caracterizado por defender la paz.
A veces, los ojos desorbitados de esos hombres ansiosos de violencia,
han interpretado ese amor por la existencia como una muestra de cobardía.
El vínculo femenino con la tierra, con el cosmos y con las nuevas vidas,
ha sido a menudo tomado como falta de coraje por los acólitos del falo.
Pero la valentía tiene cara de mujer. Basta ver un parto para saberlo.
Lo que no es de la esencia femenina es el éxtasis en frente de la muerte.
Esa necrofilia que denunciaba Fromm no suele contagiar a las hijas de Eva.
La Tierra, igual que la Paz, son mayoritariamente diosas. Pacha, Gaia, Irene,
y tantas otras deidades hembras del mundo, pugnan por el fin de las masacres.
¿Son diosas cobardes? Todo lo contrario. No hay nada más valiente que la paz
Si la mujer de Ucrania mira en los ojos a la mujer de Rusia,
y la mujer de Rusia refleja su mirada en las pupilas de la mujer de Ucrania,
si tan solo los hombres, que siguen dictando torpemente los destinos,
permitieran que esas miradas femeninas se encontrasen y les dieran,
de repente, el poder que por milenios les han arrebatado, entonces,
no lo dudo ni un instante, las armas caerían de ambos lados,
las tropas invasoras regresarían a sus nidos con presteza,
y esas mismas manos, como ha pasado guerra tras guerra,
perderían la suavidad levantando los escombros en silencio,
reconstruyendo, con miradas de resignación y de esperanza,
el orbe destrozado por los falos voladores,
hasta la próxima guerra de los hombres.
Dr. Ricardo D.Rabinovich-Berkman
Director del Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Derecho (UBA)
(Dr. Jeremías M.Taurydzkyj-Redactor RCU)